Espiritual

Cuando un dolor ‘injusto’ toca a tu puerta

En una ocasión recibí la carta de una pareja que había perdido tres hijos durante el embarazo, me platicaban el dolor ante la ilusión rota y describieron sus sentimientos con la frase: “nos sentimos abandonados por Dios”.

No puedo llegar imaginarme el sufrimiento de esta pareja, pero sí puedo sentirme cercana a ellos… También yo he vivido un duelo; también he experimentado un “abandono” de Dios. Mi hermana, después de perder tres bebés, al fin pudo adoptar a una pequeñita. Le dio, junto con su esposo, todo el amor y cuidados del mundo por seis meses. Y solo por seis meses, porque al término de este tiempo, la madre biológica, arrepentida de haber entregado a su hija, la pidió de vuelta.

En medio de estos acontecimientos, que han sido para todos nosotros una tragedia, mi hermana y su esposo abrazaron a Cristo, Quien les dijo: “No se rebelen, no huyan, no se paralicen; abracen su cruz con amor, como Yo abracé la mía”.

Hoy dan gracias a Dios por todo lo que Él ha permitido para sus vidas, y han elegido seguir amando, en la Voluntad de quien sabe más y les ama.

Tomados de la mano del Creador, el dolor se experimenta, pero el sufrimiento es sanador y salvador.

Nuestro sufrimiento no procede tanto de las circunstancias como de nuestra actitud frente a ellas. Hemos de reconocer que estamos viviendo una época en la que el fin supremo de la vida es el placer. Cuando no tenemos ese placer que suponemos merecer, se nos agota la única fuente de felicidad que conocemos, y nos sentimos incapaces de salir del “hoyo” en que nos sentimos sumergidos.

La Psicología ha encontrado básicamente tres maneras de reaccionar ante el dolor. Ustedes eligen:

a) Rebelarse

b) Huir

c) Paralizarse

Mas la respuesta cristiana es: Abrazar a Cristo.

Él experimentó el dolor humano más grande que podamos imaginar. En la soledad más absoluta, dejó de sentir la presencia del Padre. En el Huerto de los Olivos, padeció soledad cuando sus discípulos se quedaron dormidos; en el Sanedrín, se vio solo en medio de los maestros de la Ley y de la muchedumbre, que le abandonó; y ante Pilato, nadie le defendió, estuvo solo una vez más. Y en la Cruz, alzó la voz en el idioma materno: Eli Eli, lamma sabacthani: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Los teólogos afirman que Cristo estuvo realmente solo en ese momento, supo lo que era amar a Dios incluso cuando no era agradable hacerlo. Libremente le amó del modo perfecto: aceptando Su Voluntad.

Fuente: Lupita Venegas
Psicóloga

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