Esperar o transformar
Norma Barba
En medio de este aislamiento por el coronavirus los seres humanos podemos caer fácilmente en la tentación de “esperar” como un preso su liberación, para ser plenamente feliz perdiendo con ello el tiempo y la oportunidad que ofrece la adversidad de ser santo. Es la dificultad y en los momentos de prueba donde no sólo se refleja lo que el hombre ha guardado en el alma, sino la capacidad que tiene de sobreponerse y reinventarse.
Cuando el Cardenal Van Thuan era conducido a lo que sería su aislamiento y reclusión por más de 13 años, impuesto injustamente por el régimen comunista de Vietnam, tomó una decisión que le llevaría a adoptar un estilo de vida en la adversidad: “Jesús, no esperaré más, viviré el momento presente colmándolo de amor”, se dijo.
En total soledad, despojado de lo esencial para vivir y enfermo, escribe su primer libro, celebra todo los días la Santa Eucaristía con una gota de vino y una migaja de pan, ora y se ejercita con paciencia; perdona y convierte a sus carcelarios.
Una oportunidad para reinventarse
Desde el 11 de marzo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declara la infección del Covid-19 como pandemia mundial, la humanidad ha recordado su fragilidad, experimentado la impotencia de frenarla ante más de un millón de infectados y más de 50 mil muertos.
Impotencia que nos recuerda que somos criaturas y no dioses omnipotentes, que dependemos de la voluntad y gracia de Dios, que el sufrimiento no es proyecto de Dios para sus hijos, pero que lo permite porque es en el dolor en donde el hombre se forja y crece. Donde ama y comparte.
Así, en medio de esta etapa de aprendizaje, el hombre está llamado a despojarse de lo trivial y concentrarse en lo trascendente, de liberar la conciencia que hemos tenido secuestraba por el egoísmo y el consumismo, para escuchar por fin la voz de Dios que dice cuánto te ama y espera tu regreso.
Las autoridades sanitarias a nivel mundial han pedido quedarnos en casa. A pesar que en muchos de los casos se está con ciertas comodidades y rodeados de nuestros seres queridos, esta disposición sanitaria ha parecido una condena para muchos.
Ha evidenciado los miedos, las malas relaciones familiares, el activismo distractor del autoconocimiento y poderío egocéntrico. Porque el descubrirlo en aislamiento obliga a reflexionar perdonar y personarse. Exige misericordia para sí y para los demás.
Por eso esta pandemia es una ¡oportunidad inmejorable para reinventarse!
Vivir cada día
Y si te preguntas cómo hacerlo, es decir “ ¿Cómo llegar a esta intensidad de amor en el momento presente? La respuesta la da el Cardenal Van Thuan:
“Pienso que debo vivir cada día, cada minuto, como el último de mi vida. Dejar todo lo que es accesorio, concentrarme sólo en lo esencial. Cada palabra, cada gesto, cada conversación telefónica, cada decisión es la cosa más bella de mi vida; reservo para todos mi amor, mi sonrisa; tengo miedo de perder un segundo viviendo sin sentido…”
No es tiempo, como Marta en el evangelio, de cambiar la conversación de Jesús por el aseo de casa, o como los fariseos cumplir a raja tabla las normas sin misericordia, o incluso esconder los talentos por creer que sólo se pueden multiplicar en la calle esperando un reconocimiento.
Es tiempo de amar, de perdonar y perdonarse, de reencontrarse con Dios, de ser responsables cuidándome y cuidando a los demás.
Esta es la hora de prueba en la que los católicos debemos tener el coraje y determinación para vivir en santidad, custodiar nuestro estado de gracia y vivir en la presencia de Dios.
Los tiempos de prueba son tiempos de santidad. Siempre ha sido así.