PERSONAS MÁS QUE PROTOCOLOS
Hace ya veinticinco años que el papa san Juan Pablo II instituyó la Jornada Mundial del Enfermo. De nuevo se celebra el día 11 de febrero con el lema:
El asombro ante las obras que Dios realiza: «El Poderoso ha hecho obras grandes por mí…» (Lc 1,49).
Como nos dice el papa Francisco, esta jornada nos invita a prestar atención a todos los que sufren. Además, exhorta a sus familiares, a los agentes sanitarios y a los voluntarios, a dar gracias por la bendición de poder acompañar a los hermanos enfermos. Y en tercer lugar mueve a la Iglesia a realizar su misión de servir a los últimos, a los que sufren, a los excluidos y marginados.
Tanto los enfermos, como las personas que les atienden pueden volver sus ojos a la imagen de María, que nos transmite la ternura del amor de Dios. Su fe nos anima a amar a Dios y a los hermanos, especialmente en la experiencia de la enfermedad.
“No hay enfermedades, sino enfermos”. Esa frase que se atribuye a don Gregorio Marañón podría recibir hoy muchas otras aplicaciones. “No hay protocolos, sino enfermos” En un mundo en el que se valora a las personas por su eficacia, hay que recordar con el papa Francisco que “cada paciente es y será siempre un ser humano, y en consecuencia debe ser tratado con el respeto que se merece. Los enfermos, como las personas que tienen una discapacidad incluso muy grave, tienen una dignidad inalienable y una misión en la vida y nunca se convierten en simples objetos”.
Tras evocar la experiencia y la vocación de santa Bernardita, que en Lourdes fue tratado con tanto respeto por la Virgen María, el papa Francisco añade que “en la Jornada Mundial del Enfermo podemos encontrar una nueva motivación para colaborar en la difusión de una cultura respetuosa de la vida, la salud y el medio ambiente”.
En este momento, todos hemos de hacer un examen de conciencia para preguntarnos cómo tratamos a nuestros enfermos. De este trato y tratamiento se podrá deducir cuál es nuestra escala de valores. En un contexto de creyente, todos podemos y debemos ser “signos gozosos de la presencia y el amor de Dios”.
Con motivo de la Jornada del Enfermo, pedimos al Señor “la esperanza en el camino de la curación y de la salud, el sentido de la fraternidad y de la responsabilidad, el compromiso con el desarrollo humano integral y la alegría de la gratitud cada vez que nos sorprenda con su fidelidad y su misericordia”.
El papa Francisco concluye su mensaje con una sencilla invocación a la Madre de Jesús: “María, Madre nuestra, que en Cristo nos acoges como hijos, fortalece en nuestros corazones la espera confiada, auxílianos en nuestras enfermedades y sufrimientos, guíanos hasta Cristo, hijo tuyo y hermano nuestro, y ayúdanos a encomendarnos al Padre que realiza obras grandes”.
Fuente: Padre José-Román Flecha Andrés